DESDE MI SITIAL
Luis A. Riveros
Santiago, 14 de Julio de 2014.
TOLERANCIA: REQUISITO PARA EL PROGRESO Y LA PAZ SOCIAL
En el último medio siglo la sociedad chilena ha experimentado cambios fundamentales en estilos de vida y acceso a la información. Chile ha transitado evidentemente hacia una realidad de mayor bienestar, con mayor disponibilidad de recursos a pesar de los aún pendientes problemas distributivos. Pero independientemente de este importante factor, se dispone de mejores medios de comunicación, y ya son pocas las localidades que no estén verdaderamente integradas a la Nación desde un punto de vista de información y participación. Por supuesto que todavía hay gran campo que avanzar, especialmente en cuanto a lo último, porque aún el país es víctima del centralismo y de una cierta verticalidad en el campo de las decisiones, reduciendo crucialmente la participación ciudadana y manteniendo una situación de compartimentos aislados. Pero desde un punto de vista general, y a pesar de que diferentes realidades, capas sociales y sectores tengan distinto acceso a los medios de comunicación disponibles, hay una evidente mayor disponibilidad de información y recursos, propicia a una mayor integración de país desde todo punto de vista.
En el marco de ese cambio, la sociedad chilena ha ido también descubriendo la presencia de distintos segmentos y manifestaciones a su interior, de las cuales antes parecía no tener acabada noción. En la medida en que se ha desarrollado la comunicación y ha crecido la información, Chile se ha ido dando cuenta de que existen realidades que antes no se conocían ni se comprendían cabalmente, cual es por ejemplo la de los pueblos originarios y las minorías raciales y otras manifestaciones de comportamiento social. Y ello ha ido dando cuenta de un país muy diverso, en donde la realidad, en singular, empieza a tener muy distintas acepciones dependiendo del ángulo específico desde donde se la retrate. Una diversidad que a muchos incomoda, puesto que cada uno tiene un estereotipo del chileno o de “lo chileno”, que es quebrantado por la noción obligada de recoger otras realidades que rompen el mito o la construcción ideal que por años se había protegido y desarrollado. La comunicación, el acercamiento con otras realidades ha ido dibujando un nuevo país, que se estructura de manera distinta y en que aparece una realidad múltiple, diversa, incapaz de contener al país homogéneo que antes se pensaba existía.
Y también se ha dibujado ante los chilenos, con mucho mayor realismo que nunca, la existencia de una más amplia diversidad social y económica: la sociedad ha ido descubriendo un país con mucha pobreza, con significativo abandono de ciertos segmentos sociales, con evidente disimilitud en oportunidades y condiciones. Y contra eso la propia sociedad se rebela porque parece un hecho injusto e inapropiado para un país que tiene hoy mayores recursos, pero también porque en el ideario social se trata de reconstruir el país más homogéneo que se percibía como realidad vigente. Y es por eso también un Chile que da cuenta de mayores y más profundos conflictos, para hacer desaparecer esa heterogeneidad que hemos ido descubriendo, y que ha sido fruto del estilo de desarrollo adoptado con todos sus defectos y logros evidentes. Por lo mismo, es un país con mayores conflictos, ya que la nueva realidad que se ha ido evidenciando y que la caracteriza obliga a rebelarse para cambiarla en la dirección del sueño republicado erigido hacia mediados del siglo XX.
Pero además de ser una sociedad más rica y mejor comunicada e informada, se trata también de una sociedad activamente inmersa en el amplio proceso de globalización que vive el mundo. No solo se trata de una globalización en lo comercial y financiero, que se manifiesta en la ya corriente disponibilidad abierta a todos en los mercados de bienes y servicios. Se trata también de un proceso de globalización cultural que es muy profundo y activo, en que Chile se está haciendo de patrones de conductas internacionales y foráneas que impregnan a sus miembros día a día. La juventud tiene contacto permanente con esa realidad global, especialmente por la vía de las redes sociales, haciendo que los propios patrones de conducta, especialmente entre los más jóvenes, vayan propiciando moldes y estilos, modas y usos, que ponen al conjunto social en un contexto totalmente distinto del estereotipo chileno tradicionalmente concebido. El salto ha sido de gran magnitud, y hoy día hasta el lenguaje está cambiando bajo esa nueva cultura que todo invade y que penetra con singular ferocidad en la mente de los niños y jóvenes. Por ello, además del cambio propio de una sociedad más integrada, de la diversidad que hoy día recogen las conductas y sentidos grupales, existe esta distinción que viene del cierto apego a las conductas “importadas” pero que son ya parte íntima del hacer social. Un factor más que diferencia y crea este sentimiento de reintegración social que está vigente en medio de la mayor integración comunicacional que caracteriza los días presentes.
Todo esto está imponiendo nuevos requerimientos a la sociedad para lograr un desarrollo más estable, y también más compartido en materia de participación y modernización de su propia institucionalidad social y política. Eso es causa de grandes debates y fuertes tensiones, porque en realidad las percepciones son diversas ante una realidad que es, asimismo, notablemente heterogénea. En primer lugar, ni los mecanismos institucionales ni el hacer político pueden anticipar las tensiones que crea este complejo tránsito actual entre escenarios de desarrollo: se ha descuidado a la educación, impidiendo que ella pueda inducir un cambio atenuado en los patrones conductuales ni conducir a una mayor integración. Chile ha generado una educación mediocre que favorece la tensión social, la desigualdad y el simple proceso adaptativo frente a las nuevas tendencias y corrientes venidas del mundo global. Se trata de una sociedad indefensa frente a esta evolución que estamos sufriendo y que puede tener enorme impacto en términos de una verdadera y progresiva desintegración social.
Pero existe un segundo factor que convierte a la sociedad chilena en fácil presa de las tendencias disociadoras y desintegradoras derivadas de estos procesos de comunicación, mayor información y globalización que están presentes entre nosotros. Se trata de la actitud que se sostiene como sociedad ante las tensiones que generan estos nuevos fenómenos. Existe resistencia a la posibilidad de entenderlos, de crear un consenso social para poder así propiciar un camino de integración y respuesta frente al desafiante tránsito social. Entender la realidad social existente es un reto de profunda magnitud, y requiere comprender la mayor diversidad, la existencia de profunda desigualdad en condiciones y oportunidades y la necesidad de buscar un efectivo tránsito político a un estado de bienestar más generalizado. Pero para todo esto se requiere un grado de tolerancia que Chile ha ido dejando de lado como una forma vital de convivencia frente al complejo reto social. Tolerancia no es solamente “escuchar al otro” sino también comprender las bases de sus creencias y argumentos, para así, desde el lugar del otro, poder contra-argumentar. Ese es un camino para buscar acuerdo, para progresar con un sentido de bien común, para comprender cabalmente la raíz y proyecciones de los retos; en definitiva, un modo de progresar en el entendimiento de los fenómenos sociales y para poder asumir las mejores formas de accionar frente a ellos.
La tolerancia es, de este modo, un necesario ingrediente para el progreso y el desarrollo pleno en una sociedad diversa y multifacética. Es el camino para poder acordar sobre el sentido y características de la marcha hacia el futuro. Es una forma en que se manifiesta la sociedad humana, que hoy día hemos pospuesto por una inefectiva forma de desarrollar la educación, y por una perniciosa manera de hacer política, no convirtiéndola en un camino de conducción y de ideas para el futuro, sino en simples soluciones electoralistas basadas en los alcances de corto plazo.
Todo aquello que se haga para reponer una sociedad más tolerante está en la línea de instaurar más justicia, de avanzar con mayor solvencia hacia el futuro, de profundizar en democracia, de tratar con los complejos retos de nuestra actual y diversa sociedad. Y también una forma de poder hacer política con mayor participación ciudadana, en que la guía, el estímulo fundamental, provenga de organizaciones políticas solventes y dueñas de ideas convincentes. Sólo así se podrá construir un futuro con cambios sostenibles; sólo de esta manera conceptos como derechos de los pueblos originarios, respeto por la diversidad en todas sus formas, y una efectiva descentralización del hacer político y de gobierno hacia las regiones del país, comenzarán a tener sentido convincente y en pro del bien común. Sólo así se podría poner en verdadera perspectiva el significado profundo de una reforma educacional, para que aquello que se transmita en el aula obedezca al poderoso influjo en términos de mejores seres humanos para el futuro.