El Discutible efecto del Ranking EDICION NOVIEMBRE 2013

11 de Noviembre 2013

DESDE MI SITIAL

Luis A. Riveros

EL DISCUTIBLE EFECTO DEL RANKING

Las universidades deben contar con un sistema de selección de sus estudiantes, y eso es lo que ha caracterizado el caso chileno del último medio siglo. Se trata de un procedimiento bastante universal, ya que una mayoría de países cuenta con algún sistema establecido y bien informado a los potenciales usuarios. No se trata solamente de contar con un sistema para asignar cupos escasos entre un número mayor de postulantes, sino que de abordar la imperiosa necesidad de contar con un predictor adecuado sobre el desempeño de esos postulantes como alumnos de la respectiva universidad. Es decir, el sistema de selección tiene como objetivo primordial el asegurar la excelencia de los estudiantes universitarios, permitiendo así minimizar las observadas altas tasas de abandono y de fracaso en las diferentes carreras e instituciones en el caso chileno. Naturalmente, en cuanto a esto último, prevalece en Chile una falla esencial que radica en la existencia de una muy deficiente educación media, en la que los estudiantes resultan mal preparados en conocimientos básicos y además egresan absolutamente desprovistos de una formación vocacional que garantice su éxito en las carreras universitarias. Tasas de deserción arriba de 20 o 25% no son extrañas en el sistema y ello, en gran medida, tiene que ver con las deficiencias del sistema de formación previa a la universidad, lo que obliga a un sistema de selección cuidadoso.

En efecto, la situación vigente obligaría a mejorar y diversificar la batería de pruebas de selección, aspecto en el cual existe todavía una significativa deuda por parte del sistema universitario tradicional. Deben mejorarse las pruebas para incluir aspectos que no son hoy día medidos adecuadamente, y que ejercen un efecto significativo en el rendimiento de cada estudiante y, por ende, en su permanencia en la universidad. Vocación por la disciplina elegida es uno de esos factores que no miden nuestros más bien simplistas sistemas de selección vigentes, y además cosas como creatividad, capacidad de raciocinio, actitud de innovación y disciplina de estudio. Por ello, el sistema universitario debe permitir una diversificación de instrumentos de selección, como ya algunas instituciones han decidido hacerlo individualmente. Sin embargo, se ha entronizado desde hace algún tiempo la idea de que una misma prueba (la PSU, por ejemplo) sería un adecuado filtro para cualquier universidad, cuando en realidad ese criterio era válido cuando se contaba con un mucho mejor número de universidades y una mucho mas restringida realidad en cuanto a misiones y proyectos formativos. Es decir, lo que debe abordarse con urgencia en la educación superior es la forma en que se debe enriquecer y diversificar la batería de instrumentos que permitan optimizar la permanencia de los jóvenes en el sistema superior, requiriendo ello distintas pruebas, diversificadas en función de los distintos perfiles de ingreso que deben caracterizar a las instituciones.

Últimamente, sin embargo, se han fortalecido argumentos que van más allá de los principios de excelencia que debe buscar un sistema de selección para la admisión a las universidades. Se ha enfatizado un criterio de “justicia” en los procesos de selección, considerando el argumento de que la universidad no debe discriminar socialmente, y que debe tomar en cuenta que los estudiantes de menor rendimiento en las pruebas de selección vienen de colegios de menor eficacia formativa, los cuales al mismo tiempo concentran a estudiantes más vulnerables social y económicamente. Es evidente que este segundo y muy respetable objetivo debe poner atención en lo que ocurre en la enseñanza media y básica, donde se ha permitido que subsista un sistema discriminatorio que otorga peor educación a los estudiantes más pobres, haciendo así circular el ya grave problema de distribución del ingreso del país. Pero se debe poner también atención sobre el efecto que una mayor “justicia” actuará en detrimento de la excelencia que las universidades deben buscar en sus estudiantes. Ese difícil balance entre inclusión y excelencia constituye una tarea que se debe abordar urgente y cuidadosamente.

En el pasado, el ingreso a la universidad estaba determinado solamente por la prueba de selección empleada para el propósito. Más tarde se incluyó el promedio de notas como un factor adicional a considerar, no obstante las tremendas disimilitudes de estos promedios entre colegios exigentes o “blandos”. Pero así ya se propició un factor de difícil interpretación, porque el análisis de los últimos treinta años muestra un sistemático crecimiento de los promedios de notas a pesar de que hay evidencia suficiente de que, al mismo tiempo, ha existido una significativa decadencia en la calidad de la educación. Ahora, bajo el argumento de mayor “justicia” y en la línea de propiciar inclusión social, se plantea el considerar como factor adicional para los puntajes de admisión, la posición de los alumnos en el ranking de notas del colegio. No hay firme evidencia de que esto proporcione mayor seguridad de retención y mejor selección de vocaciones, pero se argumenta, por otro lado, que el ranking constituiría un indicador de esfuerzo que garantizaría que el alumno podrá superar las vallas que se le presenten en la formación profesional.

La pregunta es si acaso cambiando el sistema de selección se solucionará efectivamente el problema de fondo, cual es progreso exitoso de los estudiantes en la universidad. La respuesta es que no sabemos con certeza si acaso considerar el ranking de notas en cada Colegio reducirá efectivamente las altas tasas de abandono que se detectan en el sistema, y mejorará una ya cuestionada eficacia del sistema universitario. Las universidades deberán consultar más recursos para atender a los estudiantes en déficit y proveerles el apoyo que garantice su efectivo progreso académico. Muchos más remediales y apoyos académicos serán necesarios para que la inclusión que se busca se transforme en un efectivo apoyo al mantenimiento de los estándares académicos de la universidad.

Se ha optado por considerar una mayor inclusión sacrificando el criterio de mayor excelencia en los procesos de selección. Con esto se hace una apuesta, que solo verificaremos algunos años mas tarde respecto del grado de éxito de los seleccionados con este nuevo criterio. Pero hay algunos problemas que considerar. En primer lugar, esto dará cabida a posponer cualquier esfuerzo por mejorar la calidad de la educación, puesto que se ha incorporado ahora un criterio que minimiza este efecto en términos de la selección en las universidades tradicionales. En segundo lugar, los estudiantes de liceos públicos, especialmente los más tradicionales, se verán perjudicados por el desplazamiento que ocurrirá porque el ranking permitirá que ingresen en esas mismas vacantes alumnos de colegios de mejor rendimiento en la PSU, pero mejor posicionados en el ranking de su respectivo establecimiento. Así, estudiantes de Liceos públicos de excelencia serán desplazados de las universidades tradicionales, especialmente estatales, para ir al sector privado, lo cual debería garantizar desde éste último un apoyo decidido por el nuevo sistema de selección. En tercer lugar, el criterio del ranking promoverá una ardua competencia en los colegios a pesar de las estrechas escalas de notas, así cambiando el énfasis de la formación para aumentar el rendimiento académico por una competencia por lograr una mejor posición en el ranking del Colegio

Así como este nuevo criterio de selección constituirá un “paño frío” sobre cualquier intento de cambio sustantivo para elevar la calidad de la enseñanza media, como también la propia eficacia del sistema, así también aletargará los esfuerzo en las propias universidades por reformar sus sistemas de selección y promover cambios en su política de desarrollo de los estudios de pregrado. En efecto, si las universidades pudiesen promover el desarrollo de programas de Bachillerato para que todo alumno universitario ingrese a éstos y desde allí seleccionen mas tarde sus carreras y posgrados, se haría menos crucial el sistema de selección para las carreras y podría .ampliar el ingreso al sistema universitario. Este esfuerzo podría hacer al sistema universitario más inclusivo si, al mismo tiempo, se promueve seriamente la elevación de la calidad formativa de la enseñanza media, la cual debe ocurrir más en conexión con la propia educación superior. Se ha elegido, por el contrario, un camino fácil, que no convence sobre sus ventajes y que posiblemente ahondará la crisis de calidad y equidad de nuestro sistema educacional.

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