13 de Diciembre 2013
DESDE MI SITIAL
Luis A. Riveros
LA DIFICIL TAREA DE MEDIR EL DESEMPEÑO DE LAS UNIVERSIDADES
Los rankings de universidades se han convertido en una especie de moda a nivel global. Son ahora frecuentes las citas a rankings mundiales, como el preparado por la Jiao Tong University de Shanghai, el Webometrics y el Scimago que se producen en España, el QS o el Times de Inglaterra, o el ranking “verde” propiciado por Malasia. En nuestro país hace ya algún tiempo que medios de comunicación también se han preocupado de producir información sobre universidades y entidades de educación en general, ordenándolas de acuerdo a determinados criterios que mostrarían “calidad” u otros atributos deseables. Sobre el caso universitario es conocido el esfuerzo del propio Ministerio de Educación, que produjo hace algunos meses un cierto controversial “ranking”, y también recientemente el producido por Universitas, una entidad chilena que se integra en una red mundial. Es decir, hay un esfuerzo a nivel global y a nivel de cada país, por producir un ordenamiento de universidades de acuerdo a ciertos criterios clasificatorios, y que está destinado a proveer mayor transparencia al sistema y poner de relieve los atributos que tienen las distintas instituciones en el marco de competencia que ellas mantienen desde hace tiempo. Por cierto, la razón de fondo para esta “moda” tiene que ver con la enorme expansión del sistema universitario en todo el mundo, con aumentos significativos en la tasa de cobertura y por lo tanto en las opciones abiertas a una juventud que busca las mejores alternativas para lograr una formación que le permita éxito en materia profesional y en el propósito de lograr un perfeccionamiento permanente. Tampoco está exento de poder explicativo sobre esta tendencia ordenadora e informativa, la mucha mayor movilidad internacional que hoy día existe en materia universitaria: los jóvenes buscan campos de especialización fuera de las fronteras de su propio país, augurando así un futuro caracterizado por gran movilidad internacional en los campos profesional y disciplinario. Pero además está la movilidad académica, un fenómeno que ha ido creciendo exponencialmente en la medida en que existen mayores posibilidades de que académicos de un país desarrollen pasantías y especializaciones en otros países, así enriqueciendo el acervo global que hoy día ejerce poderosa influencia en la formación que se adquiere y se entrega. Tampoco se deja de lado la movilidad académica en sentido estricto, esto es cuando hay cambios en la adscripción universitaria entre distintas entidades, países y regiones, que están poderosamente influidas por la existencia de posibilidades otorgadas por el grado de desarrollo y prestigio de las entidades universitarias.
Los rankings han pasado a ser elementos de información cruciales en el marco de la nueva realidad global, y de los requerimientos de mayor transparencia e información a nivel nacional. Cosa distintas es creer que un ranking, que usualmente enfatiza una o algunas dimensiones del hacer universitario, sea una “verdad” de tipo absoluto que refleje integral y totalmente las dimensiones del hacer de una entidad de educación superior. Como sabemos, el hacer de una universidad es altamente complejo y diversificado: existe la formación de pregrado en distintas dimensiones, intensidades y orientaciones curriculares, dentro de disciplinas similares. También está el trabajo del posgrado, desde sus dimensiones profesionalizantes hasta aquellas de mayor trascendencia puramente académica; existen los Diplomas, los Postítulos, las Maestrías, los Doctorados y los Posdoctorados, desplegando una alta complejidad de actividades, organizaciones al interior de la universidad y diversificación curricular y docente. Está, además, la investigación, actividad que tiene distintas variantes o énfasis desde aquella que se centra en aspectos básicos disciplinarios como la que enfatiza la aplicación y mayor vinculación con la docencia, y que se confunde además con las tareas de relación entre la universidad y su entorno. Publicaciones en revistas indexadas, en revistas con Comité Editorial, aquellas de divulgación, o el registro de patentes o invenciones, son todas expresiones de la creación universitaria, que no dejan también de tener su manifestación en el campo del arte y las humanidades a través de la creación reconocida por su impacto en la sociedad o en el entorno disciplinario estrictamente. Está también la actividad de relación con el medio en todas sus múltiples y ricas potencialidades y manifestaciones, que pone a la universidad en contacto con la comunidad, con la empresa y con los organismos y funciones del Estado. Y finalmente existe la gestión, que es usualmente considerada crucial por el impacto que ejercen las decisiones administrativas y financieras en los resultados de cada institución. La conclusión es que hacer un ranking de universidades tiene, necesariamente, que enfatizar algunos de estos aspectos ya que no pueden asumirse todos, especialmente aquellos que no tienen una simple medida comparativa.
El Ministerio de Educación chileno, por ejemplo, produjo un simple ranking hace algún tiempo, basado en algunos indicadores visibles de resultados académicos de importancia. Producto de ello, la Universidad de Chile fue declarada la tercera del país, contradictoriamente con el hecho de que esta Universidad es una de las dos chilenas que están en todos los rankings internacionales y a la que rankings más sofisticados con relación a la situación chilena, le atribuyen siempre uno de los dos primeros lugares. Y es que el Ministerio deseaba un ranking para asignar recursos, una mirada más comprometida con los resultados financieros y no tanto con la integridad del trabajo académico. En este sentido no hay que olvidar que ningún ranking elaborado en el espíritu de investigación académica comparativa puede ser considerado una última y decisiva palabra para nada, puesto que cada uno enfatiza cuestiones de distintas índole. No puede ser el caso de aquella universidad asiática que, según se dice, sufrió la intempestiva renuncia del rector, a petición del Presidente de la misma, por haber descendido algunos puntos en algún ranking considerado relevante.
Hay rankings como el Jiao Tong que enfatizan fundamentalmente publicaciones y relevancia del cuerpo Académico y Egresados en términos de Premios y Distinciones. Otros como el Scimago ponen énfasis en investigación indexada, citaciones e impacto. El QS enfatiza el “prestigio” medido por el de los egresados, mientras que el Times se ubica como una combinación de variables de prestigio y posicionamiento y aquellas relativas a producción de conocimiento. El webometrics pone de relieve el impacto comunicacional de la universidad hacia su entorno, y otros destacan incluso el impacto medioambiental y la amistad relativa de la universidad con su entorno natural. Difícil es, pues, decidir un ranking para imponer ciertas medidas de política; es el conjunto de ellos el que debe considerarse en el propósito informativo que ellos representan en la globalidad. De hecho, el gran intento de Europa de tener un mejor posicionamiento dentro de las 20 primeras universidades del mundo, así como el intento Chino de tener a 20 universidades dentro de las 100 primeras del mundo en las próximas décadas, se han basado en los resultados del Jiao Tong, aunque sin excluir otros que complementan (no sustituyen) dichos resultados comparativos.
Recientemente en Chile se ha publicado por segundo año consecutivo un ranking de todas las universidades acreditadas y con información disponible en la base de datos de Educación Superior. Hay un resultado general y otro que se hace sobre la base de clasificar a las universidades en cuatro grupos de acuerdo al énfasis de su trabajo en docencia, investigación y posgrado. No hay grandes novedades, aunque sí hay que destacar la presencia de universidades no tradicionales que superan a otras del Consejo de Rectores en distintos ítems del estudio clasificatorio. Este es un llamado de atención para que éstas últimas puedan efectivamente efectuar las innovaciones necesarias para elevar su calidad, especialmente por la responsabilidad que significa el utilizar recursos que provee directamente el Estado, ameritando revisar el “contrato” y establecer un criterio de resultados esperado versus dotación de recursos. Como sea, el estudio de Universitas es extraordinariamente valioso, y debe ser un referente en el empeño de elevar calidad. Por cierto, puede discutirse a infinito la relevancia de ciertos factores, como el otorgamiento del AFI que en definitiva entrega valor a la discriminación social que este indicador oculta; también puede discutirse el grado hasta el que una mayor deserción es un problema de la universidad y sino más bien un adecuado filtro porque efectivamente refleja la calidad formativa que los estudiantes traen de la enseñanza media. Del mismo modo, la ponderación que se otorgue a cada elemento computado por el índice puede ser revisado y podría reordenar algunos de los resultados. Pero, como se quiera, los resultados presentados son un orgullo para el país, ya que se trata de un análisis sistemático y fundado sobre aspectos relevantes del hacer de nuestras universidades.